Solidarios, hasta el último día.

Fundación al servicio de proyectos sociales y educativos salesianos.

Solidarios, hasta el último día.

Solidarios

Atendiendo a las medidas de la Emergencia sanitaria por Coronavirus Covid-19, en la Fundación Esperanza Joven y el proyecto Minga continuamos la acción.

Momentáneamente suspendemos reuniones y encuentros, pero no olvidamos la solidaridad y educación para niños, adolescentes, jóvenes y sus familias.

Solidarios, hasta el último día.

«Ayer fue un día distinto.
Por primera vez en 10 años el Minga estará cerrado. Y cuando digo primera vez es primera vez en serio. Nunca hubo para nosotros feriados, paro o situación que ameritara dejar de compartir la cena con nuestros gurises.

Nos encontramos, necesitábamos decirnos juntos lo que estaba pasando. Conversar tranquilos sobre el atomice de información y desinformación que los medios pasan.

Nos reímos.

Nos reímos. Desarrollamos técnicas de prevención caseras del CoronaVirus, como el traje de aislamiento total con sábana y casco de moto viejo, manteniendo el metro de distancia. O la ingesta directa de alcohol el gel en el peor de los casos. (Chiste, obvio).

Protección contra coronavirus.

Nos reímos, claro que nos reímos.
Cuando uno nace y crece en la pobreza, mientras muchos miran de arriba o para el costado, la risa es una enorme herramienta para sacar lo mejor de nosotros y recordamos siempre que nos merecemos la felicidad igual que cualquiera.

Con Carlos, de quien aprendo siempre, que tiene un corazón enorme y está desde el primer día cada noche nos miramos, y nos reímos también, aunque con lágrimas en los ojos porque casi lloramos.

Reflexionar en serio.

Un sentimiento raro: la ciudad vacía, la locura por comprarse todo antes que nadie, por encerrarme yo y salvarme yo, y los míos, sin pensar en quienes no tienen ni esa chance si no nos ayudamos. Y ellas, ellos ahí, como siempre…

Nos dimos el espacio para reflexionar en serio, respondernos y preguntarnos.
Organizamos cómo será el horario y la forma de que una rica cena siga llegando a ellos y a sus familias, porque cerramos por disposiciones de salud las actividades grupales, para cuidarnos, pero no el corazón, ni el espíritu que nos impulsa.

La familia minguera se agranda.

En medio de este caos colectivo, la familia Minguera se agrandó. Nació el hijo de una pareja de chiquilines que precisan una mano.

Compartiendo materiales

Todos cargamos materiales para llevar y mejorar la casita. Nos dimos un abrazo para “despedirnos”. Aunque enseguida pasamos los números para armar un grupo de whatsapp y como siempre en la noche, seguirnos encontrando.

El último gesto fue llevarlos. Con Marcelo, un compañero de esos imprescindibles, que nunca sale pero siempre está.

El encuentro.

Llegamos al barrio. Y nunca cuento cosas como estas, que vivo a diario hace 10 años.
Las cuento acá, y al final, porque si leyeron todo son de los que en tiempos como los que nos toca vivir, lo entenderán como una enseñanza.

La camioneta no entra, los pasillos son cada vez más chicos. Es de noche y ya está frío. Luces no hay. Hay que esquivar las zanjas y las cunetas para poder llegar.
Una vecina sale y le grita al compañero:

  • “Calzáte, dale, vamos a ayudar»
  • «Acá somos así, no hay hora para darnos una mano.”
  • «Es cierto. Ellos siempre me ayudan cuando tengo que cargar o consigo pa mejorar el rancho.»

Adentro, el hogar. Aún entre costaneros y chapas picadas. El rinconcito calentito, el bebé y su mamá, las tías ayudando a cuidarlo mientras nosotros llegábamos. La invitación a pasar, de corazón abierto a compartir lo que hay. Unas verduras que se están hirviendo.

El niño es hermoso. La mamá es madraza, y el padre está trabajando y esforzándose por que tenga todo lo que no pudo tener y estar juntos. Me enseñan más de lo que les pueda contar.

Solidarios.

No romantizo la pobreza, todo lo contrario.
Quienes me conocen saben bien cómo y para qué hacemos lo que hacemos hace años. Y los bobos que hablan por hablar sin ocuparse de hacer, van a seguir hablando.

Rescato de ellos esa fuerza, esas ganas, esa diferencia enorme con el resto, “los de bien”, a los que todo les sobra, que están tan encerrados en tener que se olvidan que es solamente juntos como se superan las más duras.

Solidarios

Así que me volví, triste, raro, pero orgulloso, de elegirlos siempre y sabernos solidarios, hasta el último día.

Si nos faltará antes de juzgar disponernos a aprender. Si nos faltará para lograr lo que falta para que la sociedad sea más justa, libre e igualitaria.

Ojalá este tiempo sirva para entender que lo colectivo debería estar siempre por sobre lo individual.»

Publicado en facebook el 17 de marzo de 2020, por John Díaz Cortés.